Ando algo
enfurruñada
con mi
cansada vida,
pero
ella juguetona,
por mí ventana
abierta
entra
con el viento,
acariciando
mi desnudo cuerpo.
Reclinada
en el respaldo de mi sillón
estoy
escuchando una triste canción,
que me llena de añoranza
pegajosa y deshilachada nostalgia.
Mi carne
agradece sus caricia
y mi
alma comprende que aun es.
Que aunque
solo sea por esas
suaves y
tiernas caricias…
¡Vale la
pena vivir!
Mientras
sea capaz de sentir
el más mínimo atisbo de placer,
es enfermizo el desear no ser.
¡Vale la pena vivir!
Una
simple caricia del viento
te hace comprender
que la
vida en tu seno aun vibra,
que tu
alma a un ansia ser.
María
Sena
30/06/2013
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