Maria

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POETA

jueves, 10 de marzo de 2011

FW: Cosas que pasan

¡¡¡ Ojo,esto es una cosa que puede ocurriros a cualquiera, A MI NO !!!
 

From:.com
Subject: Cosas que pasan
Date: Tue, 8 Mar 2011 20:19:55 +0100



 



 

 

   

Un día llegó el amor, encontré a un maravilloso
caballero y nos enamoramos. Cuando se hizo evidente que
nos casaríamos hice el sacrificio supremo, como buena
asturiana, y dejé de comer fabes.


Algunos meses más tarde, el día de mi cumpleaños, mi
coche se estropeó de camino del trabajo a casa. Como
vivía a las afueras llamé a mi marido y le dije que
llegaría tarde porque tenía que ir andando a casa. De
camino, pasé por un pequeño restaurante y el olor de la
fabada fue más fuerte que yo. Con varios kilómetros por
delante para caminar, calculé que se me iría cualquier
efecto negativo de les fabes antes de llegar a casa, por
lo que entré y antes de que me diera cuenta, ya había
tragado tres buenos platos de fabada. De camino a casa
me aseguré de liberarme de TODO el gas.


Cuando llegué, mi marido pareció excitado de verme y
gritó con gran alegría: "¡ Querida, te tengo una
sorpresa para la cena esta noche! " El entonces me vendó
los ojos y me condujo a mi silla en la mesa. Tomé
asiento y cuando estaba a punto de quitarme la venda de
los ojos, el teléfono sonó. Me hizo prometer no tocar la
venda hasta que el volviera y se fue a contestar la
llamada.


La fabada que había consumido todavía me afectaba y la
presión se hacía más y más insoportable, tanto que
mientras mi marido estaba fuera, aproveché la
oportunidad, me apoyé en una pierna y deje caer uno. No
era ruidoso, pero olía como un camión de fertilizante
delante de una fábrica de pulpa de papel. Tomé la
servilleta de mi regazo y abaniqué el aire alrededor de
mí enérgicamente.


Entonces, cambiando a la otra pierna, dejé escapar otros
tres. ¡¡¡La peste era peor que la col cocinada!!!


Manteniendo mis oídos atentos a la conversación de
mi  marido en la otra habitación, continué tirando unos
cuantos durante otros pocos minutos.


El placer era indescriptible. Cuando más tarde la
despedida telefónica señaló el final de mi libertad,
rápidamente abaniqué el aire unas cuantas veces más con
mi servilleta, la coloqué sobre mi regazo y doblé mis
manos atrás sintiéndome muy aliviada y complacida
conmigo misma.


Mi cara debe haber sido la imagen de la inocencia cuando
mi marido volvió, pidiendo perdón por tomar tanto
tiempo. El me preguntó si yo había echado una ojeada por
debajo del vendaje de los ojos, y le aseguré que no.


En este punto, el me quitó la venda de los ojos, y doce
invitados a la cena sentados alrededor de la mesa, entre
ellos mis suegros, cantaron a coro: ¡Cumpleaños
Feliz!
¡¡¡¡¡¡¡¡ Y ...me desmayé !!!!!!!!!!!!!!












 

 
 

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